El regreso de la sorpresa, la experiencia de una voluntaria

Por Mirjam

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23 horas en aviones y esperando en aeropuertos, 20 minutos en mototaxi, media hora en barco, 1 hora a pie.

20 grados más caliente, sin estación de tren de cercanías, ni autobús, ni metro, ni hospital. No hay alumbrado público, ni inodoros con cisterna, ni espejos lo bastante grandes como para ver toda tu ropa. No hay tofu ni leche de soja. No hay electricidad después del atardecer, no hay wifi.


© Crédito de la foto: Mirjam/Instituto Chaikuni

Dejé mi trabajo, mi apartamento y a mis amigos por esto.

Y "esto" debería haber sido un descanso de 3 meses de una vida inauténtica, algo así como "volver a los ajustes de fábrica", para encontrar la paz interior, la inspiración y la fuerza para volver a casa y empezar de nuevo. Pero el avión que me llevaba de vuelta a casa despegó con un asiento de ventanilla vacío. Encontré mi hogar en no tener siempre internet.


© Crédito de la foto: Mirjam/Instituto Chaikuni

Cuando era joven, la televisión emitía un programa fantástico llamado McGyver. McGyver era un hombre muy creativo que podía crear una bomba con una caja de cerillas vacía y un clip y salvar vidas con un pinchazo y una cucharilla. Al estar conectado con su propio flujo creativo, la vida siempre le traía esas pequeñas cosas que necesitaba para hacer su magia y salvar el mundo.

Vivir en la selva es un poco así. Sin internet, sin electricidad y sólo con la luz de una vela, 4 lápices y 2 hojas de papel uno puede crear un sinfín de juegos que te harán reír hasta llorar.

Había olvidado que podía reírme así. Había olvidado la magia de tener botas de goma con las que uno puede aventurarse a cruzar grandes charcos de agua de lluvia en caminos embarrados. Me encontré con la alegría de perseguir sapos que saltan de noche por el jardín, recordando que si los besas pueden convertirse en príncipes. Planté semillas más pequeñas que la cabeza de un alfiler y las vi crecer hasta convertirse en plantas más altas que yo. Aprendí a freír un huevo sin aceite, a hacer pan sin horno. Cuando tus paneles solares sólo te dan electricidad a las 10 de la mañana la vida te trae una bicicleta que puedes convertir en una licuadora para poder seguir tomando tu batido del desayuno.

En este flujo creativo quiero pasar el resto de mi vida, rodeada de la mayor maravilla, a veces en las cosas más pequeñas. La vida te trae estos regalos todo el tiempo y completamente gratis, todo lo que se necesita es la capacidad de verlos. Pero con tantas distracciones a veces nos olvidamos de levantar los ojos del teléfono y nosotros mismos apagamos nuestra conexión. La conexión con nosotros mismos y con nuestras vidas.

Estoy muy agradecida a Chaikuni por haberme devuelto esa conexión.


© Crédito de la foto: Mirjam/Instituto Chaikuni