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De todos los conocimientos que los pueblos de la Amazonía adquirieron de su entorno, uno de los más fascinantes (además de la profunda comprensión que han alcanzado sobre el mundo de las plantas medicinales y cómo transformar los alimentos y plantas de su entorno) es la forma en la que lograron adaptarse al bosque y las dinámicas ecológicas de los ecosistemas para aprovecharlos y hacer crecer sus propia comida en armonía con ellos.
Esta adaptación se relaciona con su enorme capacidad para comprender lo que tenían a su alrededor. Los pueblos de la Amazonía desarrollaron un conocimiento empírico que, más que en creencias, se encuentra basado en cientos de años de interpretación de cómo las especies y las distintas formas de vida interactúan y se retroalimentan entre ellas. La vigencia de este conocimiento es producto de su transmisión intergeneracional la cual, a su vez, responde a la capacidad que tienen estos conocimientos de continuar respondiendo a sus necesidades.
En lugar de intentar controlar la naturaleza, estos pueblos aprendieron a adaptarse a ella y utilizar estos conocimientos para la agricultura. Aprendieron a interpretar las fases de la luna, lo que la presencia de ciertas plantas puede transmitir sobre el suelo en el que se encuentran y cómo aprovechar para la agricultura las tierras disponibles durante la temporada baja de los ríos.
De la luna aprendieron qué fases eran mejores para sembrar, podar y cosechar. Notaron, por ejemplo, que la luna llena es favorable tanto para la siembra como para la poda de frutales, pero que hay que esperar 5 días luego de la luna nueva para sembrar plátanos y poder tener buenos frutos. Para cosechar hojas de palmera, por otro lado, se debe esperar por lo menos 5 días después de la luna llena para evitar la presencia de insectos y animales que puedan comerse las hojas, y la yuca es mejor cosecharla en época de cuarto creciente. Asimismo, los árboles no deben ser cortados en luna nueva para tener una madera más fuerte.
Aprendieron también a adaptarse a los diferentes suelos, descubriendo cuáles eran mejores para cada especie e interpretando las pistas presentes en la naturaleza que podían ser indicadores de su fertilidad. La presencia de plantas como el situlli o la yarina, por mencionar dos, son indicadores de suelos con mucha fertilidad.
Con respecto a la agricultura fluctuante que se adapta a las épocas de creciente y vaciante de los ríos, los pueblos ribereños de la Amazonía Baja aprendieron también a utilizar las tierras fértiles que tienen cada año entre los meses de junio y noviembre en las orillas de los ríos. Cultivos como el arroz, que demandan grandes cantidades de agua, crecen de manera natural en estas tierras sin necesidad de mucho más que lo que el río les da.
Estos conocimientos son tan sólo una pequeña muestra. En el Instituto Chaikuni llevamos varios años acercándonos a los pueblos amazónicos para conocer sus historias y realidades, aprender de ellos e intercambiar experiencias. En muchos casos, lamentablemente, mucho de este conocimiento viene perdiéndose, pero estamos en camino también de trabajar de la mano de ellos para su recuperación y preservación.