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Agricultor experto, estudiante sobresaliente, criador de gallinas en libertad, padre dedicado y heredero de la sabiduría de las plantas medicinales, Eder Baneo es multifacético. No sólo eso, sino que parece tener una capacidad sobrehumana para multiplicar las horas del día. Regularmente, desde las 6 de la mañana trabaja en el vivero y las granjas agroforestales. A las 11am, maneja su motocicleta hasta el pueblo cercano y toma un barco a Iquitos, donde está cursando la carrera de agropecuaria. Sus viajes a la ciudad suelen incluir la compra de suministros, recoger objetos olvidados, entregar plantones y un sinfín de encargos que puedan surgir. Rara vez llega a casa antes de las ocho de la noche.
Eder es parte del equipo local del Instituto Chaikuni desde principios del 2019, lo que lo convierte en el segundo miembro más antiguo. Nacido hace treinta y cuatro años en la ciudad de Iquitos, pasó casi todos los fines de semana de su infancia y adolescencia yendo a la comunidad de Tres Unidos, donde vivía su padre. Allí le ayudaba a trabajar los campos con la práctica tradicional de roza, tumba y quema, habitual en la selva amazónica. Eder recuerda haber quemado varios árboles para limpiar los campos "sólo para una cosecha", con un tinte de tristeza en la voz.
Con el tiempo, sus padres enfermaron y se trasladaron a la ciudad. Eder se quedó en Tres Unidos para seguir trabajando las tierras de su padre. Comenzó a recibir constantes visitas y capacitaciones de Silvia del Águila, nuestra Coordinadora de Permacultura y Vinculación con la Comunidad, quien no sólo lo dejó impresionado al introducirlo en las prácticas de permacultura y agroforestería, sino que también fue quien trajo a Eder a Chaikuni. Un punto de inflexión para él: "Empecé a entender que las plantas son muy importantes, los árboles son importantes para nosotros los humanos, nos dan agua, sombra, comida. La agroforestería cambió mi vida".
Incansable como es, después de su jornada en Chaikuni, Eder volvía a sus campos y aplicaba todos los conocimientos que iba obteniendo en el trabajo. Eso, sumado a lo que aprende actualmente en sus clases, ha dado como resultado terrenos reforestados con árboles maderables como el palisandro, la copaiba, la moena y la caoba. Con el objetivo de llevar una vida autosuficiente, "porque no se puede vivir toda la vida comprando cosas", la alimentación también ocupa un lugar importante en sus siembras. Eder cosecha constantemente mangos, pijuayos, copoazus, umarís (todos productos amazónicos), pepinos, culantro, pimientos picantes y dulces, y tiene una granja avícola con unas 100 gallinas sanas y libres que le proporcionan huevos a él y a su familia. Un gran contraste con el monocultivo de yuca que tenía antes de que la agroforestería formara parte de su vida.
Los conocimientos indígenas aplicados a las plantas medicinales han formado parte de la vida de Eder desde que era niño. Como es habitual en la Amazonia, las generaciones mayores le enseñaron a utilizar las plantas para tratar algunas enfermedades y heridas. De su abuelo aprendió a utilizar diferentes tipos de hojas, cortezas y resinas para curar varias afecciones, como resfriados, heridas, dolores de estómago, inflamaciones y, más recientemente, para tratar los síntomas del Covid-19. Pero el mundo de las plantas es puro espíritu, y Eder también tiene talento en ese sentido. Sabe que fumar un mapacho (cigarrillo de tabaco amazónico utilizado en las ceremonias de ayahuasca) le protegerá de los malos espíritus y equilibrará sus aspectos masculino y femenino. Colgar hojas de achiote del techo limpiará el espacio de energías malignas. Los problemas emocionales pueden curarse mediante ceremonias con ayahuasca, quizá la planta maestra más importante de la selva amazónica. "La mayoría de la gente sólo utiliza productos químicos, no da importancia a las plantas medicinales. Creo que a veces el cuerpo puede necesitar un poco de química, pero algunas píldoras también están hechas de plantas, ¿no?" Cierto.
Queriendo el mejor futuro posible para su mujer y sus dos hijos, Eder transmite todos los conocimientos y habilidades que ahora posee. Su esposa Alcira es su mano derecha y Eder confía ciegamente en ella. "Yo le doy la teoría y ella la pone en práctica". Sus hijos también saben usar el machete, el hacha, y cómo sembrar y cosechar. Conocen la Amazonía y saben desenvolverse en ella.
Cerrando los ojos, Eder recuerda cómo era la selva cuando era niño. "Era todo verde. Toda la selva estaba intacta". Desearía que siguiera siendo igual, pero la realidad le sacude de este sueño y Eder sabe que hay mucho que hacer para recuperar algunos de los buenos y viejos tiempos. Convencido de que compartir con otras comunidades sus conocimientos sobre agroforestería, reforestación y cómo dar un valor añadido a los recursos disponibles sin presionar al bosque, es un camino hacia este anhelo. "Estamos vivos gracias a la naturaleza. Respiramos, comemos. Si no fuera por la naturaleza, ¿qué sería de nuestras vidas?". Una pregunta intrínsecamente importante para los tiempos actuales. Afortunadamente, gente como Eder tiene la respuesta.