Las noticias sobre los incendios en la Amazonía han dado la vuelta al mundo. Imágenes impactantes de miles de hectáreas de bosques envueltos en llamas llamaron la atención sobre lo que le está sucediendo a esta invaluable fuente de vida, la cual contiene más de la mitad de los bosques tropicales que quedan en el planeta y juega un papel fundamental en la regulación del clima a nivel regional y global.
Estos incendios han afectado no sólo al Perú, sino también a Brasil, Bolivia, Paraguay, Colombia, Ecuador y Argentina, revelando que se trata de un problema regional, agravado por la situación de sequía y altas temperaturas que afecta a toda la Amazonia, aunque en cada país pueda tener sus causas y condicionantes particulares. En el caso del Perú, el gobierno ha apuntado principalmente a la responsabilidad de los pequeños agricultores. Según el Ministerio del Ambiente, el 98% de los incendios forestales son causados por malas prácticas agropecuarias, como la tala y quema, que son tradicionales en la agricultura familiar amazónica.
Si bien estudios de deforestación en el Perú realizados a base de imágenes satelitales corroboran esa información, lo cierto es que esto genera también una serie de cuestionamientos. ¿Son las practicas tradicionales utilizadas durante siglos por indígenas y ribereños malas prácticas agrícolas? ¿Qué impacto tiene realmente la agricultura tradicional sobre la Amazonía en el contexto del cambio climático? ¿Son más responsables de la deforestación las pequeñas comunidades indígenas y campesinas que las grandes compañías agroindustriales? ¿Qué alternativas existen?
Sin ánimo de ofrecer una única respuesta válida a estas preguntas, exponemos en este artículo una serie de reflexiones que pueden ayudar a entender mejor este tema complejo
La agricultura tradicional Amazónica
Es difícil imaginar como era la agricultura en la Amazonia antes de la difusión masiva del hacha y el machete. La existencia de la llamada “terra preta”, tierra muy fértil de origen antropogénico, junto a evidencias arqueológicas de grandes asentamientos de población, indican que en algunos lugares de la Amazonia hubo una agricultura permanente basada en una tecnología de mejoramiento del suelo que fue olvidada y solo en tiempos recientes se está investigando y tratando de reproducir.
En nuestros días, los pueblos indígenas amazónicos realizan una agricultura migratoria de tumba, roza y quema, que consideran parte de sus prácticas ancestrales. Indudablemente, la quema tiene una serie de ventajas en el corto plazo, como despejar el terreno para la siembra, producir y movilizar más nutrientes para las plantas y contrarrestar la acidez de los suelos amazónicos, pero sus beneficios son temporales y después de pocos años decae drásticamente la productividad del cultivo. Esto implica que cada 3 o 4 años se abandone la parcela permitiendo la regeneración de la vegetación natural mientras se tumba una nueva extensión de bosque para continuar con los cultivos. Después de unos 15 o 20 años, la parcela inicial cubierta nuevamente de bosque, vuelve a ser tumbada y quemada para repetir el ciclo.
Pero ¿qué tan responsable es la agricultura tradicional amazónica de esta situación?
Incendios y deforestación en el contexto del cambio climático
Si bien este tipo de agricultura migratoria funcionó de forma sostenible durante siglos, manteniendo un equilibrio entre cultivos y bosque durante generaciones, es cierto que actualmente la concentración de la población y la necesidad de producir más para obtener ingresos monetarios, están provocando que las superficies deforestadas se expandan y que el ciclo de reemplazo entre bosque y cultivos se acelere, haciendo que el suelo pierda su capacidad de regeneración. También se van perdiendo en algunos lugares las técnicas de siembra y la asociación de cultivos tradicionales, que incluyen una gran variedad de plantas combinadas en la misma parcela, lo que ayuda a mantener la cobertura al suelo y favorecer la retención de humedad y nutrientes.
A esta problemática, se suman ahora las dificultades para controlar la quema, debido a las condiciones sin precedentes de sequía y altas temperaturas, que favorecen la expansión del fuego, con una rapidez y una extensión a las que los amazónicos no estaban acostumbrados.
La propia deforestación de la Amazonía es un factor que agrava las condiciones de sequía. El bosque amazónico es capaz de captar y liberar a la atmósfera enormes cantidades de agua a través de la evapotranspiración de la vegetación, estas grandes masas de vapor de agua se convierten en lluvias que riegan no solo la propia Amazonía sino también vastas áreas del continente. En ese sentido, la pérdida del bosque se traduce también en disminución de lluvias.
En el actual contexto de cambio climático con altas temperaturas y propensión a sequías más intensas, la perdida de la vegetación, acelerada por los propios incendios, podría alterar este ciclo de manera irreversible, reduciendo las lluvias y convirtiendo a la Amazonía en una enorme sabana, lo que a su vez tendría un enorme impacto en el clima regional y global.
¿Qué alternativas existen?
Las alternativas propuestas por organismos estatales y no pocos expertos apuntan a seguir impulsando una agricultura convencional tecnificada. Consideran que la agricultura migratoria tradicional está basada en “malas prácticas agrícolas” (como la quema), que es ineficiente, y que conduce al aumento de la deforestación y los incendios, además de perpetuar la “pobreza” medida con los parámetros monetarios convencionales.
Bajo esta lógica su solución es promover el uso de semillas mejoradas, sistemas de riego, agroquímicos, acceso a créditos etc. para que las familias puedan producir de forma más eficiente en sus terrenos sin tener que expandirse sobre el bosque. Esta fórmula, que puede funcionar en otros contextos, no tiene en cuenta las particularidades ecológicas de la Amazonía, las formas de vida indígenas, su relación con la tierra y el bosque, ni sus conocimientos ancestrales.
Si bien la agricultura migratoria de tumba roza y quema ya no es sostenible a la escala que se practica en muchos lugares, las alternativas pasan por construir nuevos modelos partiendo desde los propios saberes, manteniendo su diversidad y fortaleciendo la relación entre cultivos y bosque.
La agricultura tradicional amazónica es en realidad un sistema complejo. No se reduce a tumbar, quemar, sembrar, cosechar y dejar que el bosque crezca nuevamente, sino que implica un uso diversificado de los ecosistemas amazónicos y la biodiversidad: ciertos cultivos se siembran de forma estacional en las playas o en zonas inundables cuando baja el agua, se hacen distintos tipos de chacras en distintos tipos de suelos, las parcelas abandonadas donde se regenera el bosque siguen siendo a veces enriquecidas y aprovechadas por décadas. En parcelas de personas ancianas y pueblos más tradicionales se ha observado que se realiza una quema muy superficial y controlada manteniendo gran parte de los troncos y ramas sobre el terreno, también se reportan chacras específicas que no se quemaban, llamadas “chacra cruda”. Además de las chacras, las huertas familiares, que combinan árboles, cultivos y animales de forma permanente, son también espacios clave para la seguridad alimentaria.
En Chaikuni trabajamos para comprender mejor y mantener vivos estos sistemas diversos, incorporando también técnicas agroecológicas contemporáneas, como la no quema, que permitan mejorar su eficiencia ante los nuevos desafíos que viven las comunidades.
Las chacras integrales: Una alternativa sostenible para la Amazonía y sus pueblos
En el Instituto Chaikuni promovemos las chacras integrales, que son sistemas agroforestales sin quema basados en los conocimientos tradicionales y que se adaptan a cada lugar específico brindando beneficios tanto a las familias como al bosque. Por un lado, se promueve la siembra de una alta diversidad de especies, lo cual permite a familias cubrir una amplia gama de necesidades. Árboles frutales, maderables, cultivos anuales (como la yuca, maíz, plátano), palmeras y plantas medicinales coexisten, ofreciendo una producción permanente a lo largo del año y a través de los años.
Por otro lado, este sistema de chacras integrales fomenta, a su vez, que no se queme la vegetación cortada. En su lugar, la biomasa se deja en el suelo, alimentando el sistema con su propia materia orgánica, imitando el sistema del bosque tropical. De esta manera, no sólo se contribuye a regenerar los suelos, sino que también se y evita una mayor deforestación, ya que no es necesario talar un nuevo pedazo de bosque en busca de nuevos nutrientes cada dos o tres años, como es en el caso de la agricultura de tumba, roza y quema.
Los pueblos amazónicos se han caracterizado siempre por su capacidad de adaptación a un entorno cambiante: inundaciones, sequias, cambios del curso de los ríos. Épocas de abundancia y escasez los han llevado a adoptar múltiples estrategias basadas en un profundo conocimiento de la naturaleza. Ante la señal de alarma que representa esta ola de incendios, anticipando los temibles efectos del calentamiento global, es fundamental el diálogo y la participación de las comunidades amazónicas para la transición hacia formas regenerativas de producir y vivir en la Amazonía y globalmente.
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Desde sus inicios en el 2012, nuestro Programa de Permacultura recupera e investiga formas sostenibles de interactuar con el entorno. Estamos comprometidos a seguir trabajando junto a las comunidades locales e indígenas de la Amazonía peruana para continuar promoviendo sistemas agroforestales sin quema. Para contribuir, haz click aquí.