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Macarena fue nuestra voluntaria de Comunicaciones durante 6 meses. Decidió ser voluntaria en busca de una vida más plena, pero poco sabía que esta decisión la llevaría a vivir una experiencia transformadora. Una inmersión de seis meses en un mundo lleno de naturaleza, conocimiento y nuevas amistades.
La incertidumbre puede ser difícil. Genera dudas e inquietudes sobre lo que nos espera, y en eso estaba cuando tomé la decisión de ser voluntaria en Chaikuni. Viviendo en una ciudad que realmente no me gustaba, trabajando en diferentes ámbitos y sintiendo que iba en contra de las señales que mi mente y mi cuerpo me enviaban sobre lo que realmente quería para mí, sabía que había algo mejor en otro lugar. Por eso tomar la decisión de apostar por esta nueva aventura no fue nada difícil. Hoy, 6 meses después, me siento feliz y orgullosa de haber apostado por un tipo de incertidumbre diferente y positiva; una llena de naturaleza, aprendizajes y gente a la que ahora puedo llamar amigos.
Al contrario de lo que mucha gente podría imaginar (alerta de spoiler), la Amazonia es todo menos silenciosa. Aves, ranas, lluvia, truenos, insectos, todo está constantemente recordándote que existe y que está vivo. Me encontré repetidamente preguntando en voz alta "¿qué eres?" a indescriptibles insectos y sonidos con los que me cruzaba. Tanta biodiversidad y belleza son sencillamente abrumadoras y recomiendo enfáticamente a todo el mundo que lo experimente al menos una vez en la vida.
Ser voluntario en Chaikuni es enriquecedor en todos los aspectos, simplemente te conviertes en un mejor ser humano.Aunque, como fotógrafa y comunicadora, mi voluntariado se centró principalmente en contribuir en ese ámbito, eso no me impidió involucrarme en otras actividades. He plantado verduras, cosechado papayas, ayudado a algunos de los locales con sus clases de inglés y en la escuela, dado una clase de Muay Thai, ayudado a cocinar, traduciendo cuando algunos voluntarios que no hablaban español necesitaban ayuda, alentado en innumerables partidos de fútbol los domingos en el pueblo cercano, celebrado mi cumpleaños en la playa de río y en compañía de toda esta gente increíble que he llegado a conocer. Me he reído como hacía años que no lo hacía; una risa auténtica, genuina, que puedes sentir burbujeando en tu interior y que, cuando sale, vale la pena el dolor de estómago y las lágrimas que genera. Ese mismo aviso que la Amazonía y su gente te dan de su existencia, de repente te hace mucho más consciente de que tú también estás vivo y eso es un inmenso regalo que recibir.
Ahora, de vuelta en casa, reflexiono sobre todo lo que me ha dado esta experiencia y espero de verdad haber podido devolver al menos una parte: a Chaikuni, a la Amazonia y a todos los amigos que he hecho. Y en medio de toda esta incertidumbre de volver a mi antigua vida, hay una cosa de la que estoy absolutamente segura: siempre estaré agradecida por esta experiencia y no veo la hora de volver a reírme con todos ustedes, dolor de estómago y lágrimas incluidas.