Una joven indígena nacida para volar alto

Por Karina Ormeño

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Pitit Lorena es multifacética. Actualmente se encuentra estudiando Ingeniería en Ecología de Bosques Tropicales en la Universidad de la Amazonía Peruana (UNAP), le apasiona la naturaleza y está enamorada de su carrera. También toma clases de teatro y le gusta escribir canciones, cantar y bailar. Conocerla es admirar su autoconfianza y determinación. Conversar con ella es maravillarse por la convicción que siente por todo lo que hace y su ímpetu por ir tras sus sueños.

Crédito: Karina Ormeño / Instituto Chaikuni

Creció en la comunidad nativa awajún de Yutupis, en el distrito de Río Santiago, provincia de Condorcanqui en la región Amazonas. Como mujer joven indígena, se siente privilegiada porque su padre no le impidió ir a la ciudad a estudiar. Sabe que no todas las mujeres de su comunidad tienen su misma suerte: “a veces los padres no dejan estudiar a las mujeres porque el machismo les hace impedir que sus hijas salgan a la ciudad”. Este pensamiento, común entre los padres y madres de los jóvenes indígenas, es una de las principales causas por las que pocas mujeres indígenas amazónicas acceden y culminan la educación superior*, lo cual se refleja también en la OEPIAP, organización a la que Pitit pertenece, donde sólo el 26% de estudiantes son mujeres.

Crédito: Macarena Tabja / Instituto Chaikuni

A pesar de esta suerte, no es fácil para ella saber que su padre la rechazó antes de nacer al saber que sería mujer. Para él, tener hijas era sinónimo de no tener expectativas sobre su futuro, más allá de que se embarazaran y tuvieran familia. Sin embargo, el destino se encargaría de darle más hijas que hijos y enseñarle que las mujeres pueden tener las mismas capacidades que los hombres. Con el tiempo, decidió darles a sus hijas las mismas oportunidades educativas que a sus hijos. Así, fue como decidió ponerle como nombre Pitit a su quinta hija.

El nombre Pitit evoca a mujeres sabias con mucho conocimiento sobre plantas medicinales, también hace referencia al nombre de un ave que su padre eligió con el deseo de que su hija volara alto, y con la intención de conservar la tradición de poner nombres en awajún, la cual se ha ido perdiendo con el paso de los años.

“Las mujeres grandes que sabían de las plantas medicinales y de la artesanía llevaban este nombre, había una señora que llevaba el nombre Pitit, entonces, en honor a eso, mi padre me quiso poner Pitit. También porque ahora en la actualidad muchos padres o adolescentes a veces no quieren llevar nombre en awajún o de su cultura, porque tienen vergüenza a ser discriminados […] Y mi papá, para que no pierda ese nombre y que en la actualidad siga existiendo, me puso Pitit […] La otra razón es que, como dije, cuando nací mi papá se decepcionó porque no era varón, pensaba que yo a temprana edad iba a tener mi pareja e hijos. Entonces, dijo ‘voy a confiar en ella. Voy a confiar en ella y le voy a poner de nombre Pitit, como el nombre del pájaro, porque como pongo mi confianza en ella sé que en algún momento va a volar muy alto y muy lejos’.”
Crédito: Almendra Aguilar / Instituto Chaikuni

La relación de Pitit con Chaikuni siempre ha sido cercana. Su entusiasmo y ganas de aprender la acercaron a muchos talleres y actividades que se han realizado con los estudiantes indígenas de la OEPIAP. Ha escrito canciones, participado en videoclips, círculos de mujeres y talleres de permacultura. La primera vez que aprendió sobre permacultura, fue en un taller de diseño de permacultura (PDC) dictado por Tierra Martínez,“era un curso por una semana y solo tuve la oportunidad de estar un día, pero ese día me dejo así (sorprendida)… Entonces tuve que averiguar por internet cuando llegué a mi casa.”

Gracias al convenio de prácticas pre-profesionales suscrito entre Chaikuni y la UNAP, actualmente forma parte del equipo de Chaikuni como practicante. Esta experiencia le ha permitido complementar sus conocimientos y ampliar su mirada sobre la naturaleza, lo cual ha sido valioso para su formación universitaria: “fue un complemento para mí para seguir entendiendo mejor con los conocimientos que transmitían cada docente en cada curso. Con esa experiencia no me ha sido tan difícil entender algunos cursos porque ya tenía una base que conocía.” Algo que valora especialmente es el contacto con diferentes personas y culturas“cuando sales al campo, conoces personas, compartes tu experiencia, aprendes de ellos y también de la convivencia con muchos grupos de diferentes etnias y costumbres. Es algo que fortalece tus conocimientos cada día más […] en cada comunidad siempre se aprende algo nuevo.”. Como parte de sus prácticas, tiene la oportunidad de desarrollar proyectos, como el que se encuentra liderando en la actualidad vinculado a semillas y árboles maderables que se encuentran en nuestro Centro de Permacultura.

Crédito: Macarena Tabja / Instituto Chaikuni

Su fuerte motivación proviene de las ganas que tiene de ayudar a su familia y contribuir con su comunidad. “Yo salí para ser profesional y regresar a mi pueblo a trabajar. Transmitir, compartir los conocimientos que he obtenido en el proceso de mis estudios y aportar en la comunidad”, donde le gustaría desarrollar, en el futuro, un consultorio ecológico o un centro de permacultura, “para poder enseñar a las personas cómo nosotros podemos satisfacer nuestras necesidades dando un mejor aprovechamiento a los recursos ecosistémicos que nos brindan alimentos, energía, refugio, de una manera sostenible, sin tener que afectar al ambiente y después encontrar consecuencias que, lamentablemente, cada día son peores por las actividades antropogénicas.”

Pitit forma parte del grupo de jóvenes con los que trabajamos el proyecto “Construyendo liderazgo intercultural para el futuro de la Amazonía”. Ser una promotora del buen vivir nos permitirá acompañarla en el desarrollo de proyectos como este, que buscan poner los conocimientos profesionales de jóvenes como ella en beneficio de sus comunidades, fortaleciendo sus capacidades para que puedan impulsar cambios a nivel político, técnico y social.

Nosotros estamos seguros que Pitit volará alto.

Crédito: Macarena Tabja / Instituto Chaikuni


* Si bien, tomando como referencia los datos del Censo Nacional del 2017, del total de población indígena que accedió a la educación superior, 43% son mujeres, el porcentaje de egreso se reduce a sólo el 25%. Estos datos se agravan aún más cuando se miran casos específicos; en la UNAP, por ejemplo, entre el 2015 y el 2022 ingresaron 104 mujeres (el 27%) y sólo 3 de ellas habrían terminado sus estudios (Reporte de la Dirección General de Registros y Asuntos Académicos, 2023).